En este mismo blog, hace unas semanas atrás compartí el
prólogo que escribí para el libro de Mario Carrillo "Los amores del Sr. Comisario"
que se presentó el 23 de septiembre de este año.
Ahora me permito compartir otro prólogo, escrito en el año
1998 para el libro "Sentires Pueblerinos" de Miguel Catalá (del cual ya hablé en entradas anteriores)
y que vio la luz un año después. No voy a extenderme sobre esta obra porque su
sentido se pone de manifiesto en mis palabras y en las del propio Catalá.
Viajemos en el tiempo 17 años atrás.
SENTIRES PUEBLERINOS Y EL PROYECTO «HUELLAS»
Habitante incontinuo pero persistente de cada uno de los
pueblos y ciudades donde se empecina, entre otras cosas tan importantes, en
luchar contra el analfabetismo de fin de siglo, sembrar proyectos y combatir
distancias, este Buchardino (si es que se dice asi) también es Rosarino,
Villense, Alcortense y Paceño (en todos los casos con mayúsculas).
Es que Miguel Cítala, ese barbudo, que arroja las palabras
sobre la mesa y las caras con su vozarrón desinhibido y sincero, tiene la
habilidad innata de retratar con sutil precisión los rasgos esenciales y
estructurales que conforman la identidad de cada lugar. Sus poemas no son
simples descripciones de un paisaje o un nostálgico vistazo a un tiempo dorado
y no tan lejano. Son detalladas radiografías que nos muestran como somos por
dentro, y el somos incluye tanto al individuo como a su pueblo.
Como buen habitante de esta pampa gringa (se me antoja que
en otra tierra no podría germinar como acá) Catalá siembra. Catalá cosecha. Y
cada año va arando un campo más grande. A veces los terrones son más duros pero
siempre encuentra tierra fértil y, cantando, siembra y siembra. Valga esta
metáfora agrícola para sintetizar la labor que se ha impuesto, la de unir en un
mismo proyecto cultural, que se expresa en la revista HUELLAS, a los artistas
de las localidades mencionadas al comienzo, como así también de otros pueblos
de la región. No es urea sencilla, las distancias son cortas para el arte peto,
a veces, no hay medios de transporte regulares que unan a las distintas comunidades.
Y allí, no obstante, allí va Catalá montado en sus poemas y en su tozudez a
impulsar la comunicación.
También es justo reconocer que él, no está solo en el
trabajo, producto de su siembra, hay otros colonos de las palabras que lo
acompañan.
Sin duda alguna pronto vendrán libros que reúnan en un mismo
espacio editorial a los escritores de la región. Hoy, como parte del proyecto
en marcha, la región se encuentra reunida en la expresión poética de un mismo
escritor: Miguel Catalá. Por eso, mientras esperamos el feliz alumbramiento del
libro común, bien vale la pena que vayamos conociendo los lugares de origen - y
otros que tienen que ver con la historia. personal de Catató- que él, con
precisión de artista plástico, de artista bah, pinta y re-construye en estos
poemas que ustedes están a punto de leer.
Pero recuerden, este libro debe ser leído como un anticipo
de lo que vendrá. Este libro no es una instancia más en la vida de un escritor.
Es el inicio de un proyecto. Estos poemas son las primeras espigas, la gran
cosecha está por llegar.
Ariel Gómez.
Un lluvioso mediodía villense de mayo de 1998, era el 23.
Carta a los lectores:
Me crié en esa frontera irremediable entre el campo y la
ciudad que son lo* pueblos de la pampa, donde conviven personajes cuya alma
desborda de sus cuerpos y en forma de sonrisa permanente o de lágrima oportuna
se esparce por las calles cotidianas, con necios cuyo exclusivo interés por el
dinero agrede hasta al perfume inocente y salvaje de la flor; donde los chicos
de gomera al cuello aprenden que el amor a la naturaleza y la ecología
revolucionaria, son mucho más que la prohibición de interrumpir de un piedrazo,
bien puesto, el postrer vuelo de un gorrión; donde las dictaduras no se
detienen a ejecutar sus crímenes y las democracias siempre parecen tiranías y/o
caprichos oficialistas, al menos pata la verborragia opositora en la panadería,
en la verdulería , la esquina o el boliche.
Pueblos de los que el último tren, en el último viaje, se
llevo también las vías y la alegría de compartir sonrisas y saludos con rostros
desconocidos, siempre desconocidos, en esa especie de tertulia ocasional del
andén de la estación.
Esa condición de pueblerino, de fronterizo si se quiere,
mitad pionero de un territorio aún por conquistar y mitad paria del progreso
conquistador, me trasciende y atraviesa mi discurso, todo mi discurso, donde
quiera que lo escriba o lo pronuncie.
Con estos poemas, que considero una especie de homenaje, de
agasajo a los pueblos y su gente, pretendo transmitir algo distinto del
bucolismo y distinto también de la complicidad que suelen imbuir a las obras de
ese estilo.
Se trata más bien de una mirada alegórica, si es posible un
posicionamiento semejante ante la vida simple (más de simplicidad que de
simpleza) de los pequeños pueblos de nuestras pampas.
Los decires y mensajes de cada poema testimonian una versión
involucrada de constancias de las que hablan. Como autor, asumo ese
involucre y no intento 01 pretendo conservar falsas distancias. Ello sería
sencillamente deshonesto.
Miguel Catalá.