Abuso infantil, una realidad que nos cuesta asumir
“En el mundo uno de cada cinco niños es víctima de abuso y explotación sexual infantil, por lo menos una vez en su vida, expuso Martha Leticia Sosa, secretaria de la Mesa Directiva del Senado de la República (México) y contacto con la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, que vertió estas cifras”. Así reza una nota de un diario mexicano. Parece algo lejano, lo parece también cuando se plantea ese drama en nuestro país. Nos parece que aquí no pasa, que estamos exentos de hechos tan aberrantes. Pero pasan en México, en el mundo, en Argentina y a la vuelta de nuestra casa.
Esos números que reveló la funcionaria mexicana tienen su correlato en Villa Constitución y los casos van en aumento. En esta edición Diario El Sur presenta un informe sobre el maltrato y el abuso sexual infantil en nuestra ciudad, un tema al que la gran mayoría prefiere seguir ignorando. Ocurre que es tan perturbador y doloroso que pareciera mejor seguir mirando hacia el costado, pero va a llegar un momento en que donde posemos la mirada vamos a encontrar los ojos aterrados –o resignados- de un niño revelándonos el infierno. Y las estadísticas nos dicen que esta realidad es tangible y creciente. Lo dicen también los profesionales que a diario se encuentran con ella.
No es posible ya seguir jugando a que nada pasa, que es una perversión de las grandes ciudades o de comunidades atrasadas. La violencia en todos sus aspectos forma parte ya de la vida cotidiana de todos, y el abuso también. Está en la calle y también puertas adentro de los hogares. Y eso es aún más grave, aquello que debería significar la protección y el amparo se transforma en un oscuro recinto de temor y tortura. Porque el abuso infantil de parte de los propios familiares es también una realidad que pasa aquí a la vuelta. Y sucede más a menudo de lo que podemos imaginar. La vergüenza y el silencio son dos grandes conspiradores que permiten que los abusadores continúen entre nosotros. Como sociedad estamos enfermos y el primer paso para la cura, es admitir la enfermedad.
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