Las reacciones crecen ante la
falta de respuestas
Las movilizaciones por mayor seguridad demuestran que la sociedad no
encuentra en sus dirigentes las respuestas que necesita. Villa Constitución,
Cañuelas, son solo dos ejemplos de esta situación de hartazgo. La reacción de
las víctimas ante los asaltantes demuestran lo mismo. Nos acercamos a una línea
peligrosa, donde la vida va perdiendo su valor.
Villa Constitución planteó hace
una semana un contundente reclamo de mayor seguridad pero también interpeló a
los poderes del estado que deben garantizar ese derecho. La contundente
movilización del viernes 29 de junio dejó en claro algo: el hartazgo de una
situación que se hace intolerable. Dos días después en la ciudad bonaerense de
Cañuelas se demostró lo mismo, los vecinos, empujados por el asesinato de dos
hermanos no solo marcharon reclamando justicia y seguridad, tomaron el hall de
la municipalidad y exigieron la renuncia de la intendente. Los diques de
contención ante la indignación y la impotencia se están rompiendo y si no hay
respuestas concretas y urgentes las consecuencias son imprevisibles.
En la medianoche que separa el
viernes del sábado dos delincuentes, uno de ellos, de 16 años, armado,
intentaron robar en dos comercios, Heladería Gabet y Maxi Kiosco Santino. En
ambos casos los comerciantes reaccionaron poniendo en fuga al malviviente que
ingresó a robar (el otro, de 20 años, aguardaba afuera, en una moto). En el
primero de los casos el propietario del local simuló estar armado, en el
segundo el dueño del comercio se trabó en lucha con el asaltante. Poco después
un joven que fue sorprendido por un malviviente en la vía pública reaccionó y
terminó por reducirlo. La bronca, el hartazgo ya supera al miedo y lo desborda.
“Un viva la pepa”
“Es un riesgo permanente, viene
de arriba este mal; no es que no pueden, no quieren solucionarlo”, respondió
Orlando, el dueño del kiosco consultado sobre la realidad que atraviesan los
comerciantes. “Esto es un viva la pepa. Agarran a estos muchachitos, los llevan
a la comisaría y demoro más yo en hacer la declaración que ellos en soltarlos.
Si el juez o alguien que tenga que ponerse las pilas no se las ponen, un día de
esto vamos a reaccionar mal, porque yo traigo ‘el negrito’ mio, lo tengo, pero pasa que en ese momento no te da
lugar a la reacción”, admitió.
También advirtió que le
comentaron que los delincuentes “dieron varias vueltas a la manzana pero como
había gente no entraban y si yo llegaba a detectar eso capaz que los estaba
esperando con ‘el negrito’. ¿Y, qué hacemos?. Si yo le pego el tiro, ¿qué
hacemos?. Por que yo soy loco. Yo estoy de las 6 a las 3 de la mañana
trabajando, y no porque no puedo dormir, porque lo necesito, no lo hago como
hobby, entonces que venga uno de estos, que los traen o vienen de afuera y nadie hace nada y no puede ser
que tengamos que trabajar para ellos, te llena de bronca”.
Hartazgo colectivo
En tanto el comunicador social,
Omar Lillardo, expresó su opinión en una columna en su blog (http://omarlillardo-autoresomar.blogspot.com.ar/2012/07/que-nos-pasa.html)
donde señala que: “En estos últimos días se han dado situaciones que indican,
cuando menos, la ocupación prioritaria que deberían darle los funcionarios a
este tema. La contrapartida, indeseada por cierto, para quienes decidimos
conscientemente vivir en paz, son las distintas movilizaciones populares,
autoconvocadas, con un lenguaje y formas todavía calmas, como debe ser llevada
adelante una protesta o un reclamo, pero se percibe el hartazgo colectivo ante
esa inacción que señalaba anteriormente”.
“¿Quién puede detener una tromba
humana cuando esta se lanza sin control a obtener su objetivo? Todavía estamos
a tiempo de evitar que esto suceda. Aún sabiendo que es imposible, por la
cerrazón y la soberbia que se observa en los “dirigentes” y “funcionarios”,
dueños y dueñas de toda razón y verdad ¿…?, entiendo que aquello que no se
corrigió a tiempo necesita un período bastante largo para procesar y realizar
modificaciones que permitan cambiar esta realidad que nos agobia. Por lo tanto,
ruego para que se abra el diálogo fecundo, sin imposiciones, donde se puedan
aportar ideas para el bien común, desde el simple y enorme gesto de
reconocernos como iguales. ¿Lo intentamos?”, finaliza.
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