Tomé como norma, cada viernes,
una vez terminada la ardua semana de labor en el Diario EL SUR, publicar en
este blog los escritos del maestro Luis Capriotti (actor, escritor, dramaturgo,
periodista, enorme y talentoso artista villense, amigo).
Estos textos los fue publicando
en el semanario Tiempo que se editó en Villa Constitución entre 1991 y 1993,
aunque Luis sólo colaboró durante el primer año.
El que presento hoy apareció el viernes
19 de septiembre de 1991, en una edición del semanario donde en tapa se
reflejaba el categórico triunfo de Jorge Malugani en su primer reelección como
intendente. Cabe recordar que Luis fue secretario de Cultura de esa gestión.
Queridos amigos, nuevamente Luis
Capriotti con Uds.:
SERES SUPERIORES QUE NOS
MANTIENEN A
DISTANCIA
Durante años no me dijeron ni fu ni fa.
Las hubo en
el campo de mi infancia y en la ciudad de mi adolescencia. La tradición de una
gata blanca generación tras generación, a quienes mi padre alimentaba y mimaba
a la hora de las comidas.
A mi me
miraban con ese aire de hembra superior que tienen y me mantenían a distancia
como hembras demasiado hermosas, claro a esa edad ese tipo de mujeres me
asustaban y por lo tanto las despreciaba.
Al irme de
la casa paterna perdí noticias de los gatos domésticos. .. es más me
importaban un carajo: el comedor con sillas de Viena, mí cama de hierro forjado
o la foto de tía Dominga.
Los gatos
aparecían en “Rayuela” de Cortázar y la Maga que no era ni superior ni hermosa
les rascaba el lomo y uno tuvo algunas Magas con minifalda y medias negras pero
de gatos ni ahí.
En Palermo
había gatos, y gente que les daba de comer, nuestro departamento era muy chico
para un perro, mi mujer decidió que el olor a pichí de gato era espantoso por
lo tanto ningún "micho" habitó el bulín de la calle Paraguay que no
fuera unas sospechosas pintora naif que colgaban de las paredes.
Pero uno
siempre vuelve y la casa paterna seguía conteniendo el comedor con las sillas
de Viena, mi cama de hierro forjado, la foto de la tía Dominga, un padre de
ojos azules que se iba tranquilo pero seguro a la vejez que acompañaba
dignamente.
Una gata
blanca, ¿cuántas generaciones después? ¿hija de quién? Eso sí superior,
demasiado hermosa, distante, con este humano extraño que pintaba casualmente
las paredes de blanco, escuchando Mozart a todo volumen, que llenaba la casa de
libros tentadores para arañarlos sin lástima.
Ese humano
que hablaba mal de las mujeres pero extrañaba ciertos ojos al mirar los suyos
cargados de un misterio a rayitas.
Y esa masa blanca parió una noche tormentosa
otra masa blanca. Las dos enroscadas en una canasta armaron un plan para que
el humano de los anteojitos redondos se enamorara de ellas.
Después de
todo ya no le tenía miedo a las hembras superiores y hermosas, y encima contaba
con libros suficientes para afilarse las uñas de por vida, lástima la música de
ese tal Mozart.
Y el humano se enamoró de ellas, las tuvo
sobre las piernas ante un fuego de leña, se las aguantó a los pies de la cama,
las retó cuando intentaban destrozar un Quijote del Siglo XVIII.
Y llamo al doctor Nito Ramallo a cualquier
hora aprendiendo con el que no son adornos, son seres, y muy especiales. Que
fueron respetados y amados en todas las civilizaciones primitivas; que fueron robados
a los egipcios para ser llevados a Grecia salvando las cosechas; que
aprendieron a tapar sus excrementos durante la Edad Media para cuidarse de la
perseverante persecución de la Iglesia, que los consideraba representantes del
Diablo ya que veían de noche o vivían con sospechosas mujeres independientes...
después quemadas como brujas.
El ser
humano dependiente de las gatas blancas de mi casa averiguó que la peste Negra
famosa se debió en parte a la casi extinción de los mininos; que nos les gusta
la música a mucho volumen; traen suerte, se dan cuenta de todo te que pasa en
la casa y por lo tanto odian las discusiones; no les interesa la muerte como a
esos seres histéricos: los perros ¿será que ellos tienen la verdad da la vida y
la muerte?
Y ahora
en mi cata sigue la tradición de la gata blanca, y como a mi edad me encantan
las hembras con aire superior y demasiado hermosas todo anda bien, lástima que
se pone nerviosa con los tacos altos de ciertas visitas.
Pero con las diosas hay que hacer concesiones…
aunque nos mantengan a distancia.
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