Hoy el sitio oficial de Boca, www.bocajuniors.com.ar, publicó una nota mia en La Columna del Hincha. Ahora la comparto con todos Uds.
El latir de la pasión
Entrá y mirá la columna del hincha. Hoy nos escribió Ariel F. Gómez. Se vos el protagonista y envianos tu propia nota a notas@bocajuniorsonline.com. Nosotros la publicamos.
La nota sobre La Bombonera y su mítico latido me recordó la primera vez que sentí ese movimiento y viví la emoción única e inigualable de llegar a un lugar dónde la historia no pasó sino que es protagoniza.
Era el 14 de agosto de 1981. Ese día Boca jugaba el último partido del Metropolitano frente a Racing. Entre los 11 jugadores estaba Diego Armando Maradona. El mismo que venía de errar un penal frente a Rosario Central la semana anterior.
Maravillosa jugada del destino. Ese penal errado que demoró en una semana el festejo del campeonato me permitía a mi llegar por vez primera a La Bombonera. Tenía 15 años y junto con un grupo de bosteros de mi ciudad, Villa Constitución, emprendimos el anhelado viaje hacia nuestra tierra santa: la Boca.
Si hubiéramos salido campeones la semana anterior el festejo habría sido en Rosario (Villa Constitución está 50 km al sur de esa ciudad), pero la posibilidad de festejar en La Bombonera, y con Diego en la cancha, justificaba el viaje.
Alrededor de las 7 de la mañana nos subimos a un viejo colectivo que había salido de Arroyo Seco con hinchas de esa localidad. Fue un viaje a puro canto, saltando y vibrando con el sabor de una verdadera aventura. El partido era a las 18 y llegamos a la Boca a las 11.
Bajamos del colectivo y empezamos a caminar. A medida que nos acercábamos a la cancha sentía que las piernas me temblaban, pensé que era mi emoción hasta que advertí que el piso se movía al ritmo de un sonido que brotaba desde el interior del estadio que se iba agigantando en mis retinas. La Bombonera estaba allí, latiendo y haciendo latir todo a su alrededor. Y ese sonido… ese sonido que aún me emociona era la Doce y toda la hinchada cantando.
Entramos a la cancha y nos tocó ubicarnos en la cabecera que da al Riachuelo. Pero la situación era lo de menos, toda la Bombonera era de Boca (salvo un minúsculo grupo de académicos que estaba de bajo de nosotros). El sol caía implacable pese a ser agosto y el calor se hacía sentir. No importaba, cantábamos igual, hasta la ronquera y paroxismo. Estaba cantando y saltando en La Bombonera!!! No lo podía creer, no alcanzaba a abarcar con los ojos toda la fiesta y de pronto comprendí que estaba formando parte de un día histórico. Único. Imborrable en nuestro cielo azul cubierto de estrellas al que esa tarde íbamos a sumar una más.
Y después… la apoteosis, la vivencia de uno de los momentos más emotivos de mi vida… Salió Boca, vi una camiseta aparecer sobre el césped y enseguida una cortina blanca me dejó ciego. Millones de papelitos caían de lo alto formando una pared inviolable a la vista. Mientras cantábamos y saltábamos… Y luego otro hincha, mucho mayor que yo se dio vuelta y nos abrazamos llorando, desbordados por la emoción… Y recuerdo sus palabras, entrecortadas y temblorosas: Somos lo más grande…!
Y si, es así, somos lo más grande porque somos una sola pasión. Boca es un todo que va más allá de los límites del campo de juego, se extiende en tribunas, barrios, ciudades, países… Ese día lo entendí en toda su gloriosa magnitud.
Después celebramos el campeonato, pero eso es costumbre. La emoción mayor e insuperable fue pisar la Bombonera, eso se vive sólo una vez y nunca más se olvida.
Ariel F. Gómez
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