martes, 2 de agosto de 2016

Angelito Sánchez: el canillita de la suerte

Voy a seguir sumando recuerdos a este blog. En esta oportunidad inicio una serie dedicada a la sección que inauguré en mayo de 1997 en Diario EL SUR (por entonces denominado Del Sur) y que escribí hasta mi alejamiento en octubre del 2001 (regresé en diciembre del 2009). Esa sección se llamaba "El personaje de la semana" y aquí voy a rescatar algunas de esas publicaciones tal cual se escribieron por entonces, seguramente muchos de estos personajes ya no están con nosotros, pero queda en este espacio su recuerdo, memoria que hoy forma parte de nuestra historia pueblerina.

Hoy es el turno de Angelito Sánchez, publicado el viernes 5 de febrero de 1999.

Angelito Sánchez: el canillita de la suerte

Simpático por naturaleza, entrador, de una am­plia actividad social. Angelito Sánchez es el arquetipo del personaje popular, querido y respetado por todos. Fue canillita, empleado de la Junta Nacional de Granos y hasta hoy vendedor de rifas. Impulsó la Mutual y la Asociación del Personal de la Junta, presidió el club Porvenir Talleres e inició el baby fútbol, entre tantas otras tareas que lo llevaron a ser conocido en toda la ciudad. Esta es su historia, tan sencilla como ejemplar.

El 10 de abril de 1915 nació en Empalme uno de los personajes más simpáticos y queridos de Villa Consti­pación: “Angelito” Sánchez. Su historia se inicia con una tragedia: la muerte de su padre por causa de una úlcera en una de sus piernas. Don Julián Sánchez falleció en el Hospital Español de Rosario cuando Angelito tenía cinco años. Dos años más tarde se radicó en barrio Talleres junto a su madre Agustina, «en calle Libertad y Saavedra, era como todos, un barrio chico; frente al galpón de máquinas, mi mamá tenía un restaurante.
«Yo soy fundador del baby fútbol en el año 43 (por entonces era presidente de Porvenir Talleres), creador de la Mutual de la Junta Nacional de Granos y creador también del Panteón Social (de la misma institución)», recuerda. Además «fui Secretario del Sindicato de Canillitas» y en la Asociación del Personal de la Junta Nacional de Granos «fui Secretario de Propaganda y Afiliación».

Pero los recuerdos vuelven a sus primeros años en Talleres y al primer trabajo, allá cuando tenía «doce años, en un almacén que era de Francisco Varela, yo salía con él, con un parlante haciendo la propaganda de lo que vendía». Como dato anecdótico señala que el tal Varela «estaba casado con una hermana de José María Cuesta, Primitiva se llamaba la señora, después se fueron a
vivir a Santa Fe y ahí murieron los dos y hace quince días los trajeron al cementerio de Villa».

Más tarde desarrolló una de las tareas por las que más se lo recuerda: canillita, actividad a la que le dedicó diecisiete años. «Fui uno de los primeros canillitas de Villa», afirma. Trabajo el a que lo obligó otra desgracia, «falleció mi mamá, yo tenía cinco hermanos menores y mi padrastro, porque mi mamá se había ca­sado por segunda vez, y yo tenía que ganar el puchero para todos, junto a uno de mis hermanos».

«Mi mamá falleció en el año 31, y yo empecé (como canillita), en el año 33, en San Nicolás y después empecé a trabajar acá en Villa, con Orihuela». Pasó el tiempo «y empecé a trabajar por cuenta mía, hasta el 46 que entré en la Junta de Granos, en San Nicolás», dice antici­pando el relato, pero enseguida vuelve a su historia como canillita. «Tenía un galpón en calle San Martín 1950, allí también vendíamos artículos de carnaval».
En aquella época «los diarios venían por correo, llegaban por tren a las cuatro de la mañana en Empalme, y yo iba a buscarlos con la bicicleta y los iba repartiendo a medida que iba llegando a Villa» por entonces tenía más de novecientos clientes. Luego la bicicleta fue reemplazada por un «forcito» y una mañana en que iba a buscar los diarios «me agarró un golpe de aire y cuando llegué a Empalme a armar los diarios en la estación -la Crítica traía un suplemento especial y había que colocarlo adentro del diario- y con la mano sucia (de tinta) me pasé la mano por los ojos (lo que le provocó una grave infección) y el «doctor Luzuriaga, en vez de darme remedios fríos me los recetó calientes» lo que agravó su situación. «Me llevaron a Buenos Aires, al Hospital Santa Lucía y ahí me curaron y me terminó de curar un pastor, porque estoy en la iglesia evangélica».

Como ya mencionó, en 1946 Angelito ingresó a la Junta Nacional de Granos, «en la delegación Buenos Aires y de allá conseguí el traslado a Villa porque tenía toda la familia acá». Cabe acotar que se había casado el 3 de abril de 1938 con Sara Zulema Pizzini, y así fue como el 10 de enero de 1950 pasó a la delegación local de la entonces entidad estatal, «siempre en contaduría».
«Me jubilé en la Junta en el año 75» y «después me dediqué a la venta de rifas». Actividad en la que se inició también en 1975 «para recolectar dinero para levantar el edificio de la Mutual frente a Riberas, después levantamos el edificio del sindicato, y a continuación él Panteón Social». Este último fue iniciativa del propio Angelito: «Usted con vida quiere tener su casa, después de muerto tiene que tener su casa también», expuso en una asamblea del sindicato. «Empecé con la rifa del Elevador, y el primer premio que vendí fue un auto a José María Cuesta, que era compañero mío», dice.
«Mientras trabajé (en la Junta) vendía la rifa de la Mutual, después cuando me jubilé empecé a vender rifas por cuenta mía, de ahí para adelante hasta la actualidad».

Tallarín de toda la vida asegura tener «sangre azul y amarilla» aunque casi nunca jugó al fútbol. «Una vez quise jugar y casi me rompieron la canilla y a raíz de eso no jugué nunca más». De su época como presidente de Talleres rememora que «se hacían unos bailables los domingos a los que iba cualquier cantidad de gente, y ahí en uno de ellos cayó muerto, bailando, Adolfo Cristini». Según Angelito, Cristini, «era un personaje» que junto a «Fajardo y Bolzani intervinieron ante la gente del Directo­rio de Acindar para que la empresa viniera a Villa». Sobre la fecha precisa de esta muerte, Angelito no tiene certeza, pero ocurrió entre los finales de la década del 40 y princi­pios del 50.

Angelito tuvo una amplia actuación social, a lo ya enumerado debe sumársele que fue «secretario del hospi­tal» y además «por coincidencia del destino yo nací el 10 de abril de 1915 y ayudó en mi nacimiento Angela Lischettí, la mamá de Santiago y a ella le hice colocar en el cementerio una placa recordatoria por ser la primera par­tera recibida dé Villa, porque estaba la señora de Peberelli, pero ella atendía sin tener título».

Así, genio y figura, desde su nacimiento hasta la actualidad, agradecido y querido. Angelito es lo que indica su nombre y el apodo que recibió como vendedor de rifas: «El angelito de la buena suerte».

1 comentario:

  1. Grande Angelito! una vida sencilla ue ha dejado hermosos recuerdos en quienes lo conocimos. Gracias Ariel porcolaborar con la memoria de nuestra rica historia.

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