viernes, 28 de abril de 2017

El día que quisieron matar al lider

El periodista, escritor, maestro y amigo,  Mario Carrillo presentó recientemente su segundo “hijo literario”, como gusta decir de sus obras que sin dudas son concebidas con el mismo amor con que se engendra una nueva vida. Este nacimiento se dio apena seis meses después de la presentación de su primera obra realizada en septiembre del año pasado. 
Por entonces, el 23 de septiembre de 2016, dio a la luz a “Los amores del Sr. Comisario”; el miércoles 12 de abril, en la sala San Martín, fue el momento de alumbrar “El día que quisieron matar al líder”, ocasión en que anunció que está a punto de finalizar su primera novela.
Al igual que en  “Los amores…”, en la nueva obra Mario contó con dos prólogos, uno escrito por otro común amigo, el guionista y escritor Ernesto Parrilla y el otro por mi. Ambos fuimos invitados a acompañarlo sobre el escenario al igual que Fernando Villalba, presidente del Ente Administrador Puerto Villa Constitución, entidad que colaboró para la edición del libro. 
Otro de los favorecedores fue el senador Germán Giacomino que en esa oportunidad no pudo estar presente. De todas maneras Mario expresó su agradecimiento a ambos como así también a su familia por el permanente apoyo a su labor.

Un hecho que también se repitió fue la coincidencia de criterios en los prólogos a la hora de evaluar la obra literaria, sin que existiera entre Ernesto y yo un diálogo previo. Algo similar a lo que nos sucedió a la hora de prologar "Los amores..."
En la primera página del libro, previo a los prólogos Mario, generosamente, nos calificó como “queridos amigos y grandes escritores que desmenuzaron este trabajo y se convirtieron además, en analistas conductuales del libro y su autor. En todo momento me pusieron al descubierto encontrando esas pequeñas trampas con las que como autor me divierto. No esperaba otra cosa de ellos y como dije antes, realmente es un verdadero lujo contar con el análisis de sus prólogos”.

A continuación comparto con Uds, el prólogo que escribí en esta oportunidad bajo el título de:

Mario Carrillo, el rescatador
Cuando escribo estas líneas que aspiran a ser el segundo prólogo que redacto para una obra de Mario Carrillo acabo de terminar de leer -casi de un tirón- este libro que tienen en sus manos. Y lo hice así, casi urgido, no porque tuviera la obligación de conocer cada cuento sino por el puro placer que me deparó su lectura. Pero hay algo más profundo, y es que sentía que mientras los leía, Mario me hablaba a mi -como lo sentirá cada lector- y se desgarraba en una serie de confidencias como bien podría pasar si estuviéramos en una reposada charla en una mesa del Colonial del Colorado Ricci, acompañados de abundantes balones de Chopp.
Sitúo esta imaginaria charla con Mario en un ambiente que el menciona en uno de sus cuentos, las entrañables mesas del Colonial que también -y tan bien- conocí porque es una manera de entender el libro. Mario navega permanentemente entre lo real y lo imaginario, con personajes y situaciones que pueden ser a la vez reales o ficticios pero en escenario conocidos para la mayoría de nosotros y logra entonces meternos en el relato, llevarnos a caminar por una Villa Constitución que recorrimos y cuyas evocaciones surgen instantáneamente al correr de la lectura. Todo es creíble, cercano, vivenciable.
Sin dudar de las dotes literarias de Mario, me atrevo a decir que con este libro, se diploma definitivamente de cuentista, logra una dimensión que en su obra anterior está esbozada, bien constituida y elaborada, pero que no tiene la hondura que logra con estos cuentos. Leerlos es sentir que estamos frente a un amigo que finalmente se atreve a revelarnos sus secretos celosamente guardados por desconocidos temores o pudores. Logra una cercanía de diálogo de mesa de bar palpable, una empatía con el lector plena de calidez y logra arrebatarnos con el relato, manteniéndonos en los casos que es necesario, con un suspenso que solo logran quienes saben contar sus historia.
Y estas historias son atrapantes, por bien contadas y por compartidas. Si bien nos separan 10 años (soy del 66 como el lo es del 56) nuestra infancia y adolescencia se dio en un marco muy similar, vivimos aventuras y desventuras similares en una Villa Constitución que no dejaba de ser un pueblo grande y donde nuestros temores pasaban básicamente por esos monstruos imaginarios que cita en uno de sus cuentos, como el viejo de la bolsa (y podemos agregar la llorona, el lobizón, el perro con cadenas, el chancho de lata, la solapa, la oveja). Hasta la llegada de los monstruos de carne y hueso el 20 de marzo de 1975, donde el miedo se hizo tangible, real y perdurable, luego de la estela de muerte y terror que también Mario recuerda en sus cuentos.
Ese ir y venir entre lo real y lo imaginario teniendo como escenario una Villa Constitución mutable pero estrictamente cierta, hace que nos podamos identificar, reconocer y hasta entender parte de nuestra idiosincrasia. Y Mario va y viene con sus relatos en el tiempo y todo tiene sabor a confidencia, aun cuando se atreve a contarnos historias ajenas, como algunos de los cuentos de este libro, donde reordena y recrea oscuros capítulos de nuestra desconocida historia. Pero propias o de terceros, sus historias tienen un rasgo común y determinante: no aburren, atrapan. Y ese el máximo logro al que puede aspirar un  cuentista.

Y a lo anterior hay que sumarle que esas historias además revelan, ya sea hechos desconocidos, la característica de un personaje, la forma de ser de un pueblo, crímenes ocultos o que no llegaron a cometerse, una broma genial o una anécdota sencilla, por citar algunos. A ellos se le suman las confidencias personales que van matizando el libro y que nos llevan a sentir ese aire de cercana intimidad con Mario, quien de esta manera nos abre la puerta a su mundo y deja sutilmente en sus cuentos advertencias de los códigos que hay que tener para pasar al interior. Códigos de hombres que saben mantener la palabra empeñada aunque pasen 65 años y jugarse la vida por un amigo o un compañero en problemas. Código de silencios bien entendidos entre hombres que no se delatan y que forjan amistades eternas aunque nunca más se encuentren. Hombría de bien, que le decían.
Si en su libro anterior Mario nos daba la sensación, como bien describió Ernesto Parrilla, de ser un hombre en la ventana mirando el mundo para contarlo, ahora se presenta como un buceador que se sumerge en un mar profundo de recuerdos y vivencias lejanas para extraer de allí los restos herrumbrados de viejos barcos que la vida cotidiana fue hundiendo en las aguas del olvido. Mario es un rescatador, y aquí  nos ofrece sus tesoros ya pulidos para que los podamos apreciar. Tómenlos sin temor, Mario encontró parte de nuestra propia historia que creíamos perdida para siempre en cada naufragio.
Brindemos con el Chopp del Colorado para celebrar que Mario no se fue de Villa porque siempre está llegando.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Adiós a Ricardo "Boro" Murialdo

El radicalismo sufrió la pérdida de otro de sus históricos militantes locales, el concejal mandato cumplido Ricardo Murialdo. Su deceso se produjo el sábado a la edad de 73 años, actualmente ocupaba el cargo de Vicepresidente 1º del Comité "4 de Febrero". Sus correligionarios destacaron que "enarboló las banderas de la decencia y el trabajo, valores que llevó adelante a lo largo de su vida".

El sábado 11 de marzo falleció el concejal mandato cumplido Ricardo "Boro" Murialdo, quien en la actualidad contaba con 73 años de edad y ocupaba el cargo de vicepresidente 1º del Comité "4 de Febrero" de la Unión Cívica Radical. De larga militancia en el radicalismo, perfil bajo, una personalidad afable y siempre de buen trato para con todos, logró un reconocimiento social por su honestidad y su decencia. Su eterna sonrisa era un sello distintivo al igual que su hablar pausado y meditado. Formó par­te de la generación que fundó junto al Dr. Raúl Alfonsín el Movimiento de Renova­ción y Cambio y luchó por el regreso de la democracia durante el gobierno militar.

El 3 de noviembre de 1985 fue electo concejal en las elecciones para la renova­ción parcial del órgano legislativo local jun­to a Carlos Defilippi por la UCR y Domingo Di Iorio por el PJ. La bancada radical de aquel período quedó compuesta por Mu­rialdo, Defilippi, Néstor Pérez y Juan Carlos Serra. Una vez finalizado su mandato, en 1989, se encontró con que ya no contaba con su antiguo trabajo como empleado bancario ya que para entonces había ce­rrado sus puertas el Banco de la Ribera del cual era cajero. Comenzó así una vida de incertidumbre y de estrechez económica lo cual no le impidió seguir militando con la fuerza y la convicción que lo acompañaron en toda su vida.

A la vez siguió profesando su amor por la música folclórica así inyectó en su hija, Melina, las dos grandes pasiones de su vida: el folclore y la militancia política. Melina llegó a ser una destacada bailarina e integró varios ballets y luego fue Directo­ra de Deporte y Juventud en la gestión del intendente Horacio Vaquié. De esta ma­nera su legado permanece vivo en su hija, quien este fin de semana escribió en su Facebook: "Te fuiste a vivir la vida eterna ... Dios te recibió en sus brazos ... me de­jaste el mejor de las herencias... fuiste una persona ejemplar y un papa amoroso ... me cuidaste y siempre me diste lo mejor".

Comunicado
En tanto el Comité "4 de Febrero" emitió un comunicado expresando su más profundo pesar" por la muerte de Murial­do al que calificaron de "Una gran persona que acompañó a lo largo de su vida los ideales de la UCR, fue concejal por nuestro partido ,ocupó distintos cargos partidarios pero por sobre todo enarboló las ban­deras de la decencia y el trabajo, valores que llevó adelante a lo largo de su vida. Es por eso que hoy no solo despedimos a un correligionario despedimos también a una excelente persona que a partir de su partida nos obliga a seguir su ejemplo".

Convicciones
Junto a Carlos Defilippi, que falleció en mayo del 2014, Ricardo Murialdo fue un permanente colaborador de Diario EL SUR, a través de cartas que enviaban al Correo de lectores. En una de ellas dejaban en cla­ro su forma de pensar y actuar en política: "La idea de ejercer la función pública se refiere esencialmente a generar un espacio de servicio a la comunidad. Hablando es­pecíficamente de “la política”, ciencia que bien aplicada, procura el bienestar de las personas, es el medio ideal para la crea­ción de dicho espacio. Para ello es menes­ter que quienes la practiquen tengan bien clara esta premisa: servir y no servirse de ella". Esta convicción los guió en toda su vida, por ello ambos fallecieron sin mayo­res bienes que su honestidad, el amor de su familia y el respeto de todos los que los conocieron.


jueves, 16 de febrero de 2017

Olga Risso y los mágicos recuerdos de su pueblo

En 1995, en consonancia con el centenario de la localidad de Rueda, Olga Risso, entrañable docente hija de ese pueblo, presentó en la V Feria Regional del Libro su obra “Mi pueblo: Magia y realidad”. El breve prólogo fue escrito por Luis Capriotti, común amigo de ambos –de Olga y de mi-. Así que este recuerdo que rescato se enmarca en la recopilación de textos de Luis que estoy construyendo en este blog.
Pero además hay otra serie de hechos que motivan este capítulo. Mi infancia la repartí los fines de semana entre Villa, Godoy y Rueda donde teníamos familiares, además mi mamá es oriunda de Rueda. Así que aún perduran en mi los recuerdos de esos domingos de aventuras, descubrimientos y juegos en la tranquilas, polvorientas y casi desiertas calles pueblerinas.
En Rueda, en la casa de Pedrito Boneu pasaba largas horas con Cachito (el hoy piloto), especie de primo, ya que así llamábamos a aquellos que de alguna manera eran parientes pero no sabíamos explicar –hoy todavía no lo se- el parentesco. Jugábamos hasta el cansancio en la corta y trilla (foto), maquinas que actualmente se denominan solamente “cosechadoras”.
Rueda estuvo de una manera u otra ligada a nuestras vidas, el propio Luis compró una amplia casa que poco pudo disfrutar. Por eso, por lo que no consigo recuperar de mi infancia –y siento que debió ser maravilloso-, por lo que se que significó para Luis, lo que significa para Olga, me permito compartir este recuerdo. El prólogo de Luis a “Mi pueblo: magia y realidad”, el poema inicial del libro y el primer relato, estos dos últimos, por supuestos, obras magníficas de Olga Risso.
PROLOGO
Todavía tengo resabios de mi infancia: el rechazo por los zapallitos rellenos, aprensión a la oscuridad, odio hacia los largos discursos de los actos escolares y el placer de que me cuenten cuentos. Olga Petri u Olguita Risso me daba ese placer sin saberlo cuando éramos maestros en la Escuela N° 1158 de Villa Constitución, en los recreos, en la sala de maestros mate va mate viene, o viajando a Santa Fe con títeres y proyectos a cuesta.
Sus historias pequeñas, insignificantes historias que hacen mover el mundo, las de todos los días, esas que traen a la memoria el acre olor de la manzanilla, o de la tierra mojada en verano por un fugaz aguacero, los prepotentes crisantemos del día de los muertos.
Todo era tan vivo (aún la muerte), todo era tan dulce como tirarse en la perezosa a mirar las estrellas en las noches de verano, o el helado aquel que era como un sandwich entre dos obleas.
¿Por qué no escribirlos?. ¿Por qué no compartir esas historias?.
Y como Olguita siempre se toma su tiempo. ¡Pasó el tiempo!. Y aquí están sus recuerdos de nena de pueblo, su memoria: un pedazo de vida hecho papel.
Bienvenidas sean, tal vez demuestren que todos pueden escribir, hasta los escritores.
Luis Capriotti. Septiembre de 1995


Querido Pueblo

Volví a caminar tus calles
a sentir tus yeredas
oler tus olores
amar a tu gente.
Eras y no eras el mismo,
te ofrecías y te mezquinabas 
me dabas recuerdos y olvidos.

Sos el mismo y sos otro
me confundes: este corto trayecto
era largo, me costaba recorrerlo.

La casa de mi amiga enorme
y hoy la veo tan chiquita.
Sos tan pequeño y yo
te creía UN MUNDO.

¿Qué quise encontrar?
Si te tengo dentro de mí,
Basta con espiarte desde algún
laberinto de mi infancia.

Tu estación y tus trenes,
los eucaliptus creciendo con mi vida:
testigos compasivos
de solidez inquebrantable.

Tus siestas soleadas,
las sandias en el patio,
corazón rojo y jugoso
recorrido cotidiano y querido.

La escarcha de los fuentones
y los labios paspados,
las medias tres cuarto de lana
y las rodillas heladas.

Las lluvias tristes y el barro,
las botitas de goma,
y la escuela y la esperanza.

Los muy bien diez
con trazo de lápiz rojo
y mi maestro rosarino.

El guardapolvo duro
las tablitas pegadas
y el olor a almidón.

Las kermeses en junio.
las procesiones del Sagrado Corazón.

Los Jueves de gala en Carnaval:
el Gran Baile Gran.

Mi pueblo: magia y realidad.
Mi pueblo: galera de mago
a la que echo mano para
armar mi historia.

(mayo 1994)

  



Primera Fila
Tarde de invierno. Acontecimiento en las calles de mi pueblo. Después de no sé cuánto..., tal vez sesenta, o setenta, o cien días viene el camioncito del cine.
¡Qué lindo!
-Mami, papi ¿Podemos ir al cine? ¡Vamos! ¡Den­le!
Ya se escucha en los altoparlantes “ESTA NOCHE CINE A LAS 21”.
Ya se oye música de fiesta.
No es un día cualquiera. Siento un cosquilleo, una inquietud, una sensación de vida.
Todo cambia, es como si al pueblo le hubieran inyectado entusiasmo.
Cambiarse, ponerse la mejor ropa -la única de salir-, abrir la caja de los zapatos y dejar volar ese peculiar olor a cuero encerrado y... ¡sacarlos!. ¡Los zapatos!. Elegidos en catálogos de Casa Vicenti o Casa Casals. Traídos por don Bruno Arana después de haberlos mirado y remirado, de haber consultado pre­cios y modelos. Esperar el ansiado viaje del comisio­nista y después... ¡Dios que no me aprieten! ¡Que me calcen bien!. ¡Si son chicos: me las aguanto; si son grandes: también!.
Y ahí están los zapatos bien guardaditos en la caja, esperando acontecimientos y quedándose chicos conolor a nuevo.
Mami junta pesitos, casi diría rejunta porque era volver a mirar donde ya habían hurgado sus manos esperanzadas, con la confiada idea de que Dios así como multiplicó panes quisiera multiplicar pesos ’No muchos, Dios, apenas que alcance para las entradas y algunas golosinas
El milagro se producía e íbamos, ellos también se permitían un placer en su monótona vida.
Lo lindo era llegar temprano y sentarse en la primera fila, cerca del chico con el que 4‘andábamos” o deseábamos 4'andar”.
La sábana blanca ya está bien tirante, las sillas de madera, duras, de esas plegables, ya bien ubicadas en el “Club Social y Deportivo Rueda”. La gente saludándose y haciéndose cargadas que yo no entendía pero que hacían reír a los mayores, y eso... era bueno.
Apretaditos, codo a codo rozándonos estamos riendo, sueltos, en la primera fila: José Eduardo, Alcira, Chichi, Monino, Estela, Norma, Susana. Por ahí algún gesto pícaro, un pellizco, un querer y un no querer apretones, un deseo secreto de contactos se mezclaban con un “no debe hacerse'’ que queríamos acallar.
Tirarse papelitos, convidarse pastillas de eucalip­to o caramelos ácidos con forma de gajitos de mandarina, hacerse bromas, reírse. .
...Bromas lindas de chicos o... bromas pesadas y crueles de chicos. Bromas que duelen y se recuerdan
pero que no se cuentan por no pasar de pavota.
Faltan pocos minutos para que apaguen la luz. Silbidos, chistidos, alertas. Ruidos que se silencian: ya va a empezar la cinta.
-¡Olga! ¡Olga! Andá a buscar aquel paquete de pastillas de José antes de que empiece la película, dale, ahí está. No seas sonsa ¡dale! ¡Al lado de la sábana!.
Yo me atrevo. Como no voy a ir si me lo piden a
mí.
Apagan la luz ¡Qué importa!. Me agacho, cinco, seis pasos y ya estoy de vuelta con el paquetito en la mano, presta a entregarlo.
Pero... algo pasó NO ESTA MI LUGAR. ¿Qué han hecho? ¿Por qué?. Se ríen. Se ríen Chichi, Alcira, Monino, José Eduardo, Norma, Estela, Irma, Ninino. Se ríen. Les brillan los ojos, los dientes. ¡ Se corrieron!. Fue una broma. ¡Me sacaron el lugar!.
-¡Eh, nena!. -¡Qué se sienten los chicos!. Me llegan voces. -Si, ya voy. ¿A dónde?. Despacio, aga­chada, queriendo hacerme tan chica hasta desaparecer, camino, llego a la punta, doy vuelta. No tengo lugar. ¿Qué hago Dios?. No veo nada, se me nubla la vista, pestañeo, pestañeo.
Alguien me alcanza una silla: -¿Qué te pasó nena?. -Nada, no es na...da.
Tan amargo es el trago que no tengo palabras.

¡Primera fila!. ¿Hasta cuándo tendré que esperarte?.

martes, 14 de febrero de 2017

Homenaje a Villa Constitución

Hoy es 14 de febrero y Villa Constitución celebra 159 años de su fecha fundacional. Como es tradicional Diario EL SUR presentó un suplemento especial dedicado a este aniversario, armado por mi compañera Soledad Zabala en base a la colaboración del profesor José Hugo Goicoechea.
Sumándome a la celebración y haciendo alarde de este trabajo de buceador de archivos, busqué los dos primeros suplementos que me tocó armar en mi primera etapa de Diario EL SUR, por entonces llamado Del Sur.
En 1998 tomé un cuadernillo de Santiago Lischetti con diversas historias de la ciudad y con el construí el primer suplemento. Allí además de la biografía del autor agregué un poema de Guildo Corres dedicado a Lischetti. Sin saberlo era un anticipo del siguiente trabajo.
En 1999 utilicé para el suplemento el libro de Guildo Corres "De mi pueblo y su gente", obra donde con prosa chispeante y pícara relata acontecimientos cotidianos protagonizados por personajes de Villa Constitución. Obra que prometo subir a este blog en su totalidad en algún momento no muy lejano.
Aquí comparto la introducción a ambos trabajos y las primeras páginas, a modo de recuerdo, en especial de Guildo y de Santiago, cuyas historias están también reflejadas en otras entradas de este blog, que espero hayan podido leer.

1998

Homenaje a la ciudad
El trabajo especial que compone esta edición de Diario del Sur fue elaborado por el historiador local Santiago Lischetti e integra de un cuadernillo titulado «Esquinas Villenses con historia- Notas históricas diversas», que el escritor presentara el año pasado en la VII Feria Regional del Libro.

En esta oportunidad -con anuencia del autor y de quien realizó el trabajo de impresión, Hugo Ghiselli-, Diario del Sur les acerca a sus lectores parte de este trabajo, el que está referido exclusivamente a la historia de nuestra ciudad. Desde ya nuestro agradecimiento a don Santiago y a Hugo Ghiselli por permitimos difundir este valioso material en homenaje a los 140 años de vida de Villa Constitución.

Breve biografía del Autor
Santiago Lischetti nació el 3 de setiembre de 1911 en Villa Constitución. Luego de graduarse en la Escuela Normal en 1.929, ejerció la docencia hasta jubilarse como director en 1957. En 1945 fueron editadas dos obras pedagógicas de su autoría: «Cincuenta temas de lenguaje de 2a grado, en versos, para la fijación de los conocimientos» y «Versos para mis niños».
Asimismo escribió cuatro libros: «Reseñas históricas de Villa Constitución en su Centenario», «Historia de Villa Constitución 1857 -1980», «Historia de Empalme V. Constitución 1890 -1982» y «Radiografía de Villa Constitución en Tres Placas». Por otra parte publicó más de treinta folletos de diversa temática completando su bibliografía con cuatro libros de poemas «Vibraciones* (1958), «Pétalos dispersos» 1975, «Manantial» 1992 y «Sonetos» 1996 y con otros cinco acerca de «Villa Constitución anecdótica y pintoresca». Actualmente se encuentra preparando un nuevo trabajo, complementario del que aquí se publica, con la reseña histórica de otras esquinas importantes de la ciudad, el que se presentará en el transcurso del presente año.
Entre otros muchos reconocimientos obtenidos a lo largo de su prolífica labor, en 1958 en Rosario, un jurado compuesto por importantes personalidades premió el «Himno a Villa Constitución» con letra de su autoría y música del maestro Mateo Papávero, en concurso patrocinado por la Subcomisión de Cultura del Centenario.
En tanto, el 6 de febrero de 1959 fundó y luego organizó; el Museo Histórico y Regional que dirigió hasta 1988, obra a la que, por ordenanza municipal del 11 de marzo de 1988, se le impuso su nombre.
El 29 de mayo de 1982 fue incorporado como miembro de número a la sociedad de Historia de Rosario.
En junio de 1983 obtuvo el Segundo Premio de Poesía en el certamen sobre Poesía, Cuento y Narrativa para autores locales patrocinado por la Dirección Municipal de Cultura y, en diciembre de 1985, el Primer Premio en Cuento, en certamen de igual naturaleza y patrocinio que el anterior y con jurados constituidos por destacadas figuras del quehacer literario de las ciudades de Rosario, Santa fe y Corrientes.

Homenaje
Este es el hombre que cantó a mi pueblo con la
magia del verso y la palabra,
el que vistió a la novia de su barrio
con poemas de rosas y destellos.
El que robó a la noche el terciopelo
 discreto de su lírico ropaje
para adornar con un cendal de amores
sus plazas y sus calles,
Este es el hombre que historió a mi pueblo,
que lo envolvió en su lira
y se adentró en los hitos del pasado;
el buceador de notas escondidas,
el tenaz y seguro batelero
que recorrió los numerosos meandros
y pulsó los ancestros liminares
de nuestro alumbramiento.
Nunca habrán de olvidarte
los que vendrán mañana.
Los furtivos y azules hontanares
 esplegarán su manantial de ausencias
para recordarte.
Santiago Lischetti:
corazón de Lirio y alma de labriego.
¡Tú eres él hombre que cantó a mi pueblo!

Guildo B. Corres

(1916 -1993)


1999

De mi pueblo y su gente
En octubre de 1990 la por entonces Secretaría de Comunicación Social de la municipalidad, a través de su Dirección de Cultura, publicaba una recopilación de cuentos y relatos del escritor local Guildo Corres (1916-. 1993) reunidos bajo el título «De mi pueblo , y de su gente». Un año más tarde este ejemplar era presentado por el mismo autor en la  «Primera Feria Regional del Libro», realizada en aquel momento en las instalaciones del Banco Provincial de Santa Fe.
Hoy cuando transcurrieron poco más de cinco años de la muerte de Guildo y estamos en vísperas de un nuevo aniversario de nuestra ciudad. Diario del Sur, quiere rescatar de su injusto olvido algunos de los textos que integran esa antología. En parte como merecido . homenaje al autor, pero a la vez porque a través de las historias cotidianas, sencillas, tragicómicas o curiosas que relatan nos permiten vislumbrar los aspectos socio económicos de un pueblo o de una ciudad -depende de la época- marcados por características propias.
A través de sus relatos Guildo nos acerca a personajes y situaciones que parecen extraídos de los sainetes de tas primeras décadas del siglo pero que en realidad formaron parte de la fluctuante historia de Villa Constitución. Sus muchas desventuras y pequeñas alegrías amalgamaron parte del camino que recorrió nuestra comunidad, ellas permiten acercarnos a un pasado, no tan lejano, y reconocernos en esa picaresca forma de interpretar la vida tan típica de nuestro pueblo.
Ariel Gómez

Sobre el autor
Guildo Corres nació en nuestra ciudad el 24 de octubre de 1916 y falleció el 18 de octubre de 1993. El 16 de octubre de 1998 (Diario del Sur N° 214) lo recordábamos reproduciendo en la página dedicada al «Personaje de la semana» un reportaje hasta entonces inédito realizado poco antes de su muerte. En la introducción a esa nota señalábamos: «Periodista, poeta, bohemio, Guildo recuperó en sus escritos y en sus charlas (volcadas en radio y televisión) buena parte de la historia suburbial de Villa Constitución, el Barrio Chino, malevos y prostitutas, anarquistas, obreros y estibadores, y toda una serie de seres que padecen la miseria cotidiana se dieron cita en sus textos. Autor de «Mi Pueblo y de su Gente», «Poemas de la ciudad», «Los que se fueron», «La Brocha y la Tea» (Historia de la FORA en Villa Constitución) y su último libro de poemas «Del ayer villero, paisajes y personajes», conforman parte de su producción literaria».
Fuera del ámbito literario Guildo Corres  fue en primer término docente, egresado como de la Escuela Normal; obrero metalúrgico y además concejal en el período 73-76.


A MANERA DE PROLOGO

Los pueblos y ciudades, tal como ocurre con los países y regiones sienten el íntimo anhelo de recopilar su historia.

Mas, esa palabra, historia, encierra dentro de su simpleza etimológica múltiples aspectos relacionados con el devenir de la existencia en cada comunidad. Y no es nuestro propósito entrar en las connotaciones típicamente literarias que hacen a los sucesos ocurridos. La secuencia cronológica es la fachada oficial (digámoslo así), basada en obras oficiales, descubrimientos, inauguraciones, fundaciones y todo otro suceso que tenga directamente relación con aspectos fundacionales, etnográficos o urbanísticos.
Nuestro propósito es otro. No vamos a referenciar a la ciudad. Vamos a evocar a los hombres y mujeres que la hicieron, los que lucharon en ella y por ella, los que transitaron por las calles de tierra del pueblo viejo y que en estos tiempos son apenas una cruz olvidada o una lápida de desvaida inscripción en un rincón de nuestro cementerio.
Para ellos son dedicadas estas narraciones y por eso estos apuntes tienen como meta principal la presentación de esas figuras del ayer que coadyudaron a su crecimiento con todas sus vivencias y sus particulares rasgos, con toda simpleza y con total realismo.
Quien esto escribe los conoció casi a todos. Los he rescatado del pasado, trayéndolos de nuevo a la vida bajo el mágico influjo de la palabra escrita, para rescatarlos del tiempo que inexorablemente los va sepultando en cendales de olvido.
Cada una de las figuras que aparecen en estas páginas le dio al Villa Constitución de ayer la simpatía de su vigencia y la gracia de su personalidad. Llegan a horcajadas de la anécdota pintoresca, algunas con perfiles familiares o dibujados (¿por qué no?), en la gracia de sus modalidades personales, en su pintoresquismo al hablar, en sus insultos y en sus palabrotas, o en las líneas sensacionalistas de la crónica policial, en el chismorreo de algunos de aquellos pintorescos conventillos ya difuntos o entreverados en la pasión de un gran cariño, de un amor que fue la comidilla de aquellos tiempos. O transitaron por el mundo del arte popular donde asomaron algunos locos que después fueron famosos, alternando con la gran mayoría de la cual solamente quedó la sombra de su bohemia. Antes de cerrar estas palabras de presentación dejamos presente nuestra imperecedera gratitud a las autoridades locales y muy especialmente a su Director de Cultura, señor De Pego, por su decidida colaboración para hacer llegar al gran público estas sentidas viñetas plasmadas por el sentimiento popular.
Y ahora, ¡arriba el telón!. Que hablen los personajes.
Guildo Corres  5-9-90

viernes, 10 de febrero de 2017

Luis Capriotti y los barriletes

En esta tarea de pesquisa de archivos que me he dado para luego poder volcar mis hallazgos en el blog, encontré otro escrito del maestro Luís Capriotti, que al igual que varios de los anteriores tiene por ámbito de acción -y reflexión- la ya desaparecida pizzería del "Colorado" José Luis Ricci: "La vieja Casosa" (ante El Colonial), situada por ese entonces en la esquina este de Av. San Martín y Córdoba. 
Mismo ámbito y algunos de los mismos personajes de relatos anteriores.
Este texto, dedicado a los barriletes fue publicado en la contratapa del Nº 63 del semanario Tiempo, del viernes 17 de julio de 1992. Desde allí nos vuelve a hablar Luis Capriotti. (La caricatura es de Gustavo Lelli)




Guarda que colea

Fue el viernes. Los viernes siempre se dice... “Gracias a Dios que es viernes”. El salón VIP del colorado Ricci refulgía el albo de sus manteles (como diría un poeta de aquellos... de aquellos que no coman en lo del Colorado!), estábamos como cansados, por la semana densa, por los números, por las respectivas esposas, amantes o buenas amigas, por la huelga docente, por la úlcera, por los infinitos medios truchos que buscan publicidad, por el crédito, o porque uno ya no tiene veinte años. .. qué carajo... !
Y a pesar de superar ampliamente los felices veinte, se comía muy bien...
El gerente, el petiso medio mundo, Sandro Panza y el que suscribe que insistía en hablar de la liberación femenina, el rol de la mujer y otras sutilezas por el estilo, que eran aburridamente acogidas por los presentes vestidos de viernes hasta el alma.
“El sábado hice un barrilete por primera vez en mi vida”, dijo el gerente. Provocó tal impacto que hasta el petiso imparable, paró. "Conseguí las cañas y el papel. La cola de tela me la dio una señora que fabrica buzos", silencio inusual, aún siendo viernes. "Como no estaban mi señora ni los pibes, trabajé tranquilo toda la mañana. Tenía los colores de Racing y forma de estrella. De lindo ¡Lo remontamos en el campo!...”
Silencio. Ni siquiera cortado por el petiso que volaba sobre algún remoto barrilete con los colores de Boca sobre los chatos techos de J. B. Molina.
“Como la gocé. Corríamos tanto ¡Después lo atamos y quedó hasta la tardecita, volando tranquilo, tranquilo". Sandro Panza repitió por lo bajo: Tranquilo... tranquilo: Mi viejo nunca me enseñó a hacer barriletes... Pobre viejo, a lo mejor no tenía tiempo.
“Yo gané un concurso en Molina. Fue el que más alto llegó”, rememoró embelesado el petiso. “Claro, síndrome de enano", acotó al pasar uno de la fauna.
“En Rosario, los remontábamos en los baldíos del sur, cuando todavía era el verdadero sur, sin villas, miedos ni peligros...”, tiró de la mesa de al lado, el vendedor de cubiertas al que todos llamamos viernes porque es el único día que come en lo del Colo. Cuál será su nombre?.
"Traé un poco de hielo", dijo Sandro Panza y se cortó la magia.
Y me quedé pensando. Guarda que colea nuestra posibilidad de jugar. Y los otros seguían charlando. Sandro Panza impactó al declarar que los barriletes los inventaron los chinos para divertirse los muy grandotes y no precisamente los chinitos... Alguien preguntaba al Colorado si en Estados Unidos se venden en los supermercados. Un señor desconocido de campera gris mostraba tácticas infalibles para que no colee el aparatejo redondo, con forma de estrella, con colores de River, San Lorenzo o de papel de diario...
Y de a poco, se fueron yendo todos de la mesa. Quedé solo con los manchados manteles albos del salón VIP. Tal vez uno esté metiéndose en el viernes de su vida. Tal vez llegó el momento de juntar caña, papel (engrudo ya no se usa), atar trapitos para la cota... y después a volar lo más alto posible, antes que llegue la noche, pero eso sí, habrá que cuidar que no colee.  

 “Cóbrame Colorado..."

martes, 31 de enero de 2017

Nazareno Porfiri, el creador de Confitería Yuly

El 31 de diciembre de 2016 cerró un emblema de Villa Constitución: Confitería Yuly. Las notas publicadas en Diario EL SUR provocaron una catarata de mensajes en las redes sociales del medio demostrando el fuerte arraigo de este comercio en el imaginario popular. (Cierra Yuly, un adiós de aromas y sabores) (El cierre de Yuly hizo explotar las redes sociales con emotivos mensajes).
Sin recordar que alguna vez hice Personaje de la Semana al creador de este negocio, Nazareno Porfiri, buscando un material para otra nota, di en los archivos de Diario EL SUR con la edición del viernes 8 de septiembre de 2000, y allí estaba: Nazareno Porfiri, hablándome desde el pasado de su querida Confitería Yuly. Comparto con Uds. este material para perdurar en la memoria colectiva este pedazo de la historia villense.

Una historia de dulzura
Antes de su llegada a Villa, las masas finas y confituras eran un manjar casi inaccesible al común de la gente ya que no existía un comercio especializado en su venta. Por eso Nazareno Porfiri se empecinó en darle a la ciudad una gran confitería y lo consiguió. Hoy, casi cincuenta años después, su emprendimiento continua vigente y es una de las marcas clásicas de nuestra ciudad.

Hijo de inmigrantes
Los padres de Nazareno Porfiri eran inmigrantes italianos que se radicaron en Acebal, donde nació el 17 de enero de 1919, uno más de la decena de hijos del matrimonio. Con el tiempo abrazó el oficio de panadero y se radicó en Al corta. Hasta que en octubre de 1949 aceptó el desafío de un amigo y llegó a Villa Constitución para poner una confitería.
"El 17 de octubre de 1949 llegué a Villa en tren, con una camita, un colchón y un calentador, al tún tún. Vine solo y soltero. Vine porque las confituras eran muy aceptadas y todos decían que hacía falta una confitería. Yo tenía un amigo, un tal Bigiano que tenía relojería, que me dijo: -No hay nadie que haga masas, por qué no te venís. Y yo decidí vender la panadería que tenía en Alcorta y vine».
Pese a ello era difícil conseguir un lugar para la futura confitería, -me encontré con el papá de (Pedro) Sala y me dijo: -Es más fácil I comprar un billete y sacar la grande que conseguir un local». Pero empecinado, le echó el el ojo a uno ubicado en San Martín casi Salta «donde había un negocio de compostura del calzado; y lo seguí, y lo seguí e insistí tanto que lo conseguí. El tipo, con el dinero que le di se compró una casa». I

Los primeros
En sus comienzos «traía masas de San Nicolás, en aquel entonces en Villa existía sólo el barrio Talleres». Existía «un competidor que traía masas de Rosario, estaba en la galería Santa Lucía, que eran bastante fuleritas, pero las de San Nicolás eran muy buenas. Entonces Cilsa tenía como 500 empleadas, cuando cobraban la quincena barrían con lo que había y nos faltaba siempre mercadería».
A su llegada a Villa «tenía 10 años en el oficio de panadero, pero no el sector confituras. Después hice un hornito, en el que cabían cuatro latas, y hacía facturas a la hora de la siesta o de noche. A los seis meses vino otro hermano e hicimos otros hornos y empezamos a organizamos distinto, trajimos un confitero de Rosario, y empezamos a hacer tortas para novias. Imagínese que éramos los únicos que por entonces trabajábamos en ese rubro». Así, en 1951, nació la confitería «Yuly», «quería un nombre corto porque si era largo era mucho más trabajo, para el letrero, para todo. Busqué un nombre corto, y se me dio por decir 'Yuly' y seguí con él, por aquel entonces Yuly era único, y estaba por la nubes (en ventas), pero ahora hay tanta competencia que han cambiado las cosas».

Una Villa floreciente
Desde 1951 permaneció al frente del negocio por veinte años. «Estuve desde el 51 hasta el 71, era el encargado, de las 4 a las 8 iba a la cuadra a trabajar, después de las 8 a atender el negocio, así que llevaba como quince horas de trabajo por día. Cuando caían los feriados había mucho más trabajo que los días de semana; cuando llegaba fin de mes, que la gente cobraba no dábamos abasto. En esa época Acindar se estaba montando, imagínese: trabajaba el elevador, Cilsa, había una fábrica de durmientes, habla varios negocios más, y ahora la Junta de Granos no trabaja más, Cilsa no trabaja más, así que se ha vuelto para atrás... Pero hubo una época muy buena».
En esos días florecientes «la juventud de los pueblos vecinos se venía toda para Villa» y entonces -la confitería Yuly estaba por las nubes, teníamos mucho trabajo. Los días domingos teníamos que estar en el mostrador de tres a cuatro personas y se hacían como cien latas de facturas, a la tardecita llegábamos a hacer hasta cien, ciento veinte pizzas, cuando nadie hacía pizzas».
Asegura que «se trabaja hasta las diez de la noche, ahora cambió todo,- pero entonces perdimos de progresar más por falta de mercadería, porque no se daba abasto».

Época gloriosa
La confitería crecía pero la demanda se multiplicaba «con decirle que con las tortas, cuando había fiesta, por ejemplo la primera comunión, hemos puesto tortas hasta arriba de la cama porque no había donde ponerlas. Recuerdo que mi hijo tenía cinco o seis años y nos descuidamos, y fue a manosearlas y deshizo varias tortas, el decorado».
Era "todo muy distinto, Villa hizo como una explosión y se vino abajo; cuando paró el elevador, Cilsa, todo eso, quedaron muchos desocupados», dice con tristeza. Trae el recuerdo entonces «de cuando los camiones con cereal invadían el pueblo y la gente se quejaba porque le tapaban el garage o le ensuciaban. Qué cosa...".

Le duele la falta de trabajo y de oportunidades para los jóvenes de hoy, sobre todo porque siempre fue un luchador. "Empecé con un sacrificio, no paraba», recuerda y «cuando el negocio estaba cerrado me dedicaba a ponerlo en condiciones, colocarle estanterías. Compré una estantería que había sacado la tienda 'La Liquidadora' (entonces sita en Rivadavia e Irigoyen), era inmensa. Le dije al papá de los Moreno si no tenía una estantería para vender, y con la pipa en la boca -tenía siempre la pipita en la boca- me dijo que la fuera a buscar. Vine con un chasis y no la pude cargar de lo grande y me la vendió por una bicoca».

"La Casa", un relato sobre la pandemia de Covid 19

En la entrada anterior de este blog conté que 2021 participé con dos obras del "22º Encuentro Provincial de Poetas y Narradores" e...